Twitter IconInstagram IconWhatsApp Icon

· Yurany · Psicología  · 5 min de lectura

Miedo a enamorarse: ¿Qué nos impide volver amar?

Cuando el amor se acaba queda un corazón roto que tiene miedo volver a sentir, esa falta de amor endurece a cualquier corazón.

Cuando el amor se acaba queda un corazón roto que tiene miedo volver a sentir, esa falta de amor endurece a cualquier corazón.

Hablar sobre el amor nunca es sencillo, porque más que explicarse, el amor se siente y se vive. No se trata solo de una necesidad básica: el amor es aquello que nos conecta, nos transforma y le da sentido a nuestra existencia, como bien lo dijo Einstein; “es la fuerza más poderosa porque no tiene límites”. Ablanda a cualquier corazón.

¿Qué pasa cuando el amor acaba? Volver a enamorarse después de haber perdido un amor puede parecer, al principio, casi absurdo. Una ruptura deja huellas profundas: dolor, sentimientos de culpa, miedo a no encontrar a alguien igual e incluso una autoestima quebrada. Todo ello se amarra al recuerdo como si avanzar fuera imposible, y nos impide imaginar que quizá lo que está por venir puede ser mucho más valioso para nuestra vida.

Elvira Sastre, no se equivocó cuando escribió que “mantener con vida algo que ya está rotó siempre será otra cosa, es una versión distinta y diferente. Una mentira”. Agradécele a ese amor que tuvo el coraje de irse. Aunque al principio duela y cueste aceptarlo, es mejor enfrentar ese dolor que seguir viviendo sin amor, sin reciprocidad y con una venda en los ojos.

Olvidar para no sentir

Aunque no podemos olvidar ese amor, a medida que envejecemos los recuerdos se vuelven más borrosos en nuestra memoria, como si se desvanecieran lentamente. Así lo expresó la revista Global de la Universidad Nacional Autónoma de México sobre un estudio realizado por el Instituto de Tecnología de California. Refieren que con la edad se pierden conexiones neuronales y recordar se hace más difícil.

Esto quiere decir que, con el tiempo, lo que quede de esa persona en tu memoria será cada vez menor. Solo quedarán pequeñas partes de esa historia. ¿Qué es lo mejor en estos casos? Según el artículo, lo que permanece en la memoria son aquellos recuerdos que generan conexiones neuronales más fuertes. A pesar de todo, nuestra memoria no nos arrebata todos los recuerdos, sino que conserva los más significativos.

Huir para evitar sentir

Los recuerdos dolorosos del pasado se adueñan de la posibilidad de volver a sentir, un miedo al rechazo te mantiene inmóvil y aunque en lo profundo anhelas ese amor genuino, esa comprensión termina endureciendo tu corazón.

¿Pero es normal sentir ese miedo?

Cuando el amor termina genera pensamientos anclados al temor de que el abandono vuelva a repetirse. Ese pensamiento de sufrir otra vez activa el miedo, y te mantiene en constante amenaza, al percibirlo creas un mecanismo de protección: te aíslas y busca evitar, a toda costa, un nuevo abandono.

Por eso, aunque parezca contradictorio, alejarte de alguien que estabas conociendo, precisamente porque despierta en ti sensaciones de amor, termina siendo una forma de evitación generando una falsa sensación de seguridad. Ahí entonces se forja esa coraza, que entre más pase el tiempo, más se oxida.

Es normal sentir el miedo a volver amar, especialmente cuando no se ha tenido un buen amor en el pasado.

Amar nuevamente con un corazón que ha sido lastimado es de corazones valientes, como bien lo dijo Isabel Allende “con cada amor volvemos a nacer y con cada amor que termina se nos abre una herida. Estoy llena de orgullosas cicatrices”. Creo que aparte de valiente tiene mucha razón, es mejor haberlo sentido y vivido a no haber sentido nada.

Sufrimos por amor, pero también es el antídoto para un corazón roto. Por eso la idea de no volver amar se me hace bastante cruda y amarga.

Se aprende de las experiencias a elegir con más consciencia

Volver a amar debe ir acompañado de una nueva consciencia: dar cuenta que no todo amor es bueno para nosotros, reconocer lo que estamos dispuestos a recibir, pero también lo que vamos a dar al otro. Un buen amor necesita de reciprocidad, que podamos ser nosotros mismos y, sin lugar a dudas, es uno de los miedos más frecuentes que escucho en mis consultantes es mostrar su vulnerabilidad y que el otro la rechace. Un buen amor acepta esa vulnerabilidad y es sensible ante ella.

El buen amor regocija, abraza y ama con sinceridad. No es necesario esconder o evadir. Puede decirse. No hay miedo a expresarse. El buen amor se distingue del placer. Se sabe estar en la intimidad. Como lo dijo Rupi Kaur “hay que entender la diferencia entre querer y necesitar, puede que quieras a esa persona, pero sin duda no lo necesitas”. El buen amor quiere, desea estar. No puede forzarse.

Un buen amor no entrega todo lo que tiene, también reserva amor para sí mismo. Porque el buen amor empieza por uno.

¿Y si vuelve a salir mal?

Así como el patito feo, que recorrió lugares inciertos y sufrió rechazo, finalmente llegó a un lugar donde fue amado y valorado tal como es, así lo relata Clarissa Pikola en su versión de este cuento “hay que dedicar tiempo en conocer personas que nos corresponden”. Tiene sentido, a veces la vida nos pone a andar un poco más.

Es mejor haberlo intentado que vivir con la duda, al final el amor requiere tomar riesgos, es otra forma de exponerse y luchar contra el miedo de ser rechazados. Es precisamente ese miedo a que descubran esa fragilidad y no ser valorados que terminan por alejarnos de la vida y las experiencias.

Con amor, Yurany.

Fuentes de inspiración: UNAM Global. (2019) ¿Cómo se forman y desvanecen los recuerdos? y Baviera, T. (2015), Amar comporta vulnerabilidad.

Regrasar al blog

Publicaiones Relacionadas

Ver todas »