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· Yurany · Duelo  · 5 min de lectura

Ni se pierde ni se detiene: el duelo como experiencia en el tiempo

Una reflexión filosófica y humana sobre cómo el tiempo y el duelo se entrelazan en la experiencia de la pérdida, inspirada en la concepción aristotélica del tiempo.

Una reflexión filosófica y humana sobre cómo el tiempo y el duelo se entrelazan en la experiencia de la pérdida, inspirada en la concepción aristotélica del tiempo.

Me gusta pensar en el tiempo. Nada ocurre sin él. Después de todo, forma parte esencial de la vida humana.

¿Te has preguntado qué seríamos si el tiempo no transcurriera? ¿Podríamos afrontar el dolor si no existiera?

Antes de adentrarnos en este tema, definamos el concepto universal de duelo y tiempo.

El duelo es un proceso psicológico, emocional, cognitivo y conductual que experimenta una persona ante una pérdida significativa, ya sea la muerte de un ser querido, una separación, un cambio drástico en la vida, la pérdida de la salud, una ruptura de pareja, la pérdida del empleo o incluso la pérdida de la capacidad de desempeñar un rol en la vida. Este proceso implica la elaboración interna del impacto de la pérdida, la construcción de un sentido personal y la adaptación a una nueva realidad sin aquello que se ha perdido.

El duelo psicológico no es lineal ni universal: cada persona lo vive de forma única, influenciada por factores como su historia personal, sus vínculos afectivos, recursos emocionales, contexto cultural y espiritualidad. Aunque puede estar acompañado de una gran tristeza, rabia, culpa, confusión o incluso alivio, el duelo no es una enfermedad, sino una manifestación natural de amor, apego y humanidad.

Una mirada al tiempo desde Aristóteles:

Para Aristóteles, las cosas suceden en el tiempo. No puede darse la existencia de algo si no puede componerse de partes que la hagan existir, como el pasado, el presente y el futuro. No puede existir el uno sin el otro.

Un ejemplo muy representativo de Aristóteles fue una flecha lanzada al aire, que se mueve en el mismo espacio-tiempo. Sigue siendo siempre la misma, no cambia su identidad mientras va en el aire, pero sí cambia de acuerdo con el momento que ocupe en el espacio.

El duelo y el tiempo como experiencias humanas:

Tiempo y movimiento tienen una estrecha relación, como planteaba Aristóteles; sin embargo, no puede hablarse de cambio sin la presencia del tiempo. Aunque el tiempo no sea exactamente movimiento, permite la transformación, el cambio.

Desde mi perspectiva, si las personas cambian y no vuelven a ser las mismas después del dolor, entonces el tiempo, aunque siga “corriendo”, no se pierde, no se detiene.

Su vivencia es profundamente subjetiva: cada quien decide cómo transitarlo, cómo moverse en ese espacio. En ese proceso, cada quien le da sentido al tiempo y al dolor de manera única. Porque el tiempo no es solo un reloj que marca las horas dedicadas al dolor; es también el espacio necesario para asimilar, comprender y habitar lo vivido. Ese tiempo también es valioso. También tiene sentido. No estás perdiendo el tiempo.

¿Y si dejar de sufrir no significa olvidar, sino aprender a vivir con lo perdido?

Desde una mirada más filosófica, el dolor y la posibilidad de curarse están íntimamente ligados al tiempo. Es a través del paso del tiempo que el ser humano puede construir sentido, reelaborar lo vivido y transformar, poco a poco, su experiencia de dolor. No hay un tiempo “estipulado” para sanar ni para olvidar lo vivido. Incluso cuando el tiempo avanza, olvidar no siempre es posible, ni deseable. Porque la memoria permanece, y con ella, lo que fuimos y sentimos.

Esto quiere decir que sanar no es olvidar el dolor ni aquello que hemos perdido, porque en tu memoria y corazón conservarás los recuerdos más felices y dolorosos que te unen con lo que ya no está.

El tiempo, por sí solo, no cura, pero es el escenario donde lo terapéutico ocurre; donde se aprende, se resignifica y se construye de manera gradual una forma de vivir con la pérdida.

¿Se puede sanar después del dolor?

Considero que, antes de que llegue la idea de “haber sanado”, lo que realmente ocurre es que aprendes a vivir con el dolor. Recolectas tus pedazos, los reacomodas y construyes algo nuevo. Pero para eso, cada persona necesita y tiene su propio ritmo, su propio lugar, su propio momento, su propio tiempo para transitar su dolor y lo que ha perdido.

En ese “mientras tanto”, el dolor y el tiempo se vuelven uno solo.

Tal vez no entendimos que la vida no se detiene. Queremos que todo suceda ya, en el mismo tiempo y espacio, pero primero tiene que ocurrir lo uno para que suceda lo otro.

No se puede caminar con el dolor sin que el tiempo transcurra. No puede haber un cambio sin el tiempo. Es imposible que sucedan simultáneamente.

Teniendo en cuenta esto, el dolor no sería una excepción a lo que ocurre en el espacio-tiempo.

Es el tiempo, junto al movimiento, lo que permite que algo ocurra: superar una pérdida, volver a amar o reencontrarse.

Entonces, ¿cómo es la mejor manera de vivir mi duelo?

En primer lugar, no hay una única manera de vivir el duelo. Pero sí hay formas más humanas de habitarlo.

No se puede sacar el tiempo de la ecuación, por la sencilla razón de que forma parte de la experiencia de vida, del curso y del proceso individual de cada persona.

No se trata de “apresurar el duelo”, ni de pasar por las etapas como si fueran tareas por completar (Neimeyer, 2001). Se trata de vivir el duelo con presencia, con conciencia, con humanidad. De sentirlo. De preguntarte qué significado tiene para ti la pérdida que has tenido, qué valoras de tu vida, y qué sentido quieres construir a partir de ella.

Porque al final, es tu vida, tu tristeza y tu tiempo.

Y tienes derecho a buscar acompañamiento profesional si lo necesitas. No para etiquetarte. No para diagnosticarte como si estuvieras enfermo o enferma. Sino para ayudarte a encontrar formas más humanas de vivir tu pérdida.

Porque sí, el duelo puede parecerse a una depresión. Puede doler tanto que parezca insostenible. Pero no necesariamente es una enfermedad. Etiquetarlo puede impedir vivir el proceso natural y necesario del duelo, de aquello que has perdido.

Con cariño, Yurany.

Me inspiré en los siguientes textos:
Vidal, J. (2015). La concepción del tiempo en Aristóteles. Universidad de Chile.
Neimeyer, R. A. (2002). Aprender de la pérdida: Una guía para afrontar el duelo.

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